Paisos Catalans

dimecres, 15 d’abril del 2009

Fragment del llibre: El Golem de Gustav Meyrink

De repente tuve una idea extraña.
Era como una inspiración a la que no puede uno oponerse.
Me puse el abrigo y el sombrero, salí al pasillo y bajé la escalera. Entonces volví lentamente a mi cuarto siguiendo el mismo recorrido. Despacio, muy despacio, igual que había venido él. Y cuando abrí la puerta vi que mi habitación estaba en la oscuridad, pero ¿no era totalmente de día, ahora mismo, cuando salí?
¡Cuánto tiempo debí permanecer pensando que no noté lo tarde que era! E intenté imitar al desconocido, su paso y sus gestos, y a pesar de ello no los podía recordar. ¡Cómo iba a conseguir imitarlo, si no tenía ya el más ligero indicio de cómo era! Pero todo fue distinto. Muy distinto de lo que yo había pensado.
Mi piel, mis músculos, mi cuerpo se acordaron de repente sin comunicárselo al cerebro.
Hacían movimientos no intencionados, que yo no deseaba. ¡Como si mis miembros ya no me pertenecieran!
De golpe, mi andar se había vuelto extraño y vacilante al dar unos cuantos pasos en la habitación. Éste es el paso de un hombre que continuamente está a punto de caer hacia delante, me dije. Sí, sí, sí, ¡así era su paso!
Lo sabía claramente, es así. Yo tenía una cara extraña, sin barba y con barbilla pronunciada, y miraba desde unos ojos rasgados.
Esta no es mi cara, quise gritar asustado y quise palparla, pero mi mano no siguió mis deseos y se hundió en el bolsillo para sacar un libro. Exactamente igual que él lo había hecho antes. De repente, estoy sentado otra vez sin sombrero y sin abrigo, junto a la mesa.

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