La trampa
Hasta aquí, hemos aludido mucho a las múltiples irregularidades que convirtieron el juicio contra Puig Antich en una farsa que justificaba una sentencia previa, y que hoy son la base para la revisión del caso. Si queremos comprender hasta qué punto los hechos fueron otros de como se presentaron en el consejo de guerra, será necesario esbozar la crónica de aquellos días de 1973. Aunque buena parte de los detalles ya es conocida, de nuevo el material cedido por Martínez Ramos ha resultado fundamental para ordenar y valorar lo sucedido.
Era, pues, el 25 de septiembre de 1973. La policía había detenido previamente a Santi Soler Amigó, al que se usó como señuelo para tender una trampa a Francesc Xavier Garriga Paituvi. Soler y Garriga debían encontrarse en la esquina de las calles Girona con Consell de Cent, donde un Grupo Especial de la policía había tendido la emboscada en la que también cayó Puig Antich, que acompañaba a Garriga. El Grupo Especial estaba comandado por el inspector Santiago Bocigas Vallejo y contaba con otros tres inspectores, Enrique Muñoz Martín, Timoteo Fdz. Santorum y Francisco Rodríguez Álvarez, y con los subinspectores Francisco Anguas Barragán y Luis Miguel Algar Barrón. Sobre las 18 horas, llegan Garriga y Puig Antich, y son detenidos inmediatamente. Al parecer, Enrique Muñoz se hace cargo de Santi Soler mientras que Francisco Rodríguez y Luis Miguel Algar neutralizan a Garriga; los otros tres policías, Bocigas, Santorum y Anguas, apresan a Salvador y aquí ya aparece la primera contradicción: el inspector Bocigas afirma que en ese momento zancadillean y derriban a Puig Antich, mientras le golpean la cabeza con las culatas de las pistolas; por su parte, éste declarará durante el juicio que el forcejeo se inicia en la portería del número 70 de la calle Girona. Sea como sea, Garriga y Puig Antich son introducidos por los policías en esa portería, escenario del tiroteo en el que muere Francisco Anguas.
Todavía hoy es un misterio cómo se desarrolló ese tiroteo, quiénes dispararon y cuántas veces, así como el número de impactos que recibió Anguas. Y de qué pistolas prodecían en realidad, pues parece claro que no fue Puig Antich el único en disparar sobre el subinspector.
Girona, 70: el tiroteo
La portería del número 70 de Girona es un espacio minúsculo de 3’25 por 4’5 metros. Allí se produjo el forcejeo entre siete hombres (la portera abandonó el lugar al ver entrar a policías y detenidos), seis de los cuales iban armados. Así, cuando ya en el interior de la portería Garriga y Salvador se enfrentan a sus captores, la confusión es máxima. Sabemos que Rodríguez y Algar intentan reducir a Garriga Paituvi, que conseguirá zafarse y salir del recinto, aunque vuelve a ser detenido en la calle; en cuanto a Salvador, ya antes de introducirlo en el portal le han arrebatado la pistola que lleva en el bolsillo de la americana y, una vez en el interior, comienza a recibir una lluvia de culatazos que le producirán una fuerte conmoción cerebral. Pese a los golpes constantes, Salvador consigue sacar una segunda pistola y, según declarará luego durante el consejo de guerra, hace “uno o dos disparos sin apuntar a nadie, pues estaba perdiendo el conocimiento”. A la vez, Santorum dispara sobre Puig Antich, alcanzándole en la mandíbula y en el hombro izquierdo. A partir de aquí, los disparos se suceden en lo que será un nutrido tiroteo —dice textualmente el informe policial— que cuesta la vida a Anguas. Y otra vez las declaraciones de Bocigas incurren en contradicción: si en el juicio dice que Puig Antich hizo varios disparos, sin especificar cuántos, en un informe previo hablaba de uno sólo y a bocajarro. Para complicar más las cosas, se darán nuevas contradicciones cuando los policías declaren sobre su situación y actuación dentro de la portería.
Pero ¿fueron realmente los disparos de Puig Antich los que alcanzaron al policía? Ya en 1974 resultó imposible realizar el análisis balístico: de todos los casquillos de bala del tiroteo, sólo llegaron a manos de los jueces los dos extraídos a Puig Antich; el caso es que no pareció importarles porque desestimaron las pruebas de balística y la reconstrucción de hechos que pedía la defensa. (Y también, por cierto, una pericial psiquiátrica que estableciera hasta qué punto Puig Antich era responsable de sus actos en el momento de disparar debido a los golpes que estaba recibiendo en la cabeza).
En su dictamen sobre la reconstrucción infográfica que se aporta en el actual recurso de revisión, José Luis Pedragosa afirma que “Los 9 vestigios posibles de disparo de bala existentes en el escenario (5 en el cuerpo de Anguas, 2 en el de Puig Antich y 2 en las paredes [que todavía hoy pueden apreciarse]) superan la capacidad de un cargador. De ellos 3 fueron ascendentes, 2 descendentes y 4 indeterminados (alguno de los vestigios cuerpo-pared pudo pertenecer a la misma bala). De los apartados anteriores, se deduce que la versión de un fuego cruzado en pleno forcejeo de 4 personas pistola en mano, da a las trayectorias una probabilidad de aleatorio y de errático origen y destino.” Tras analizar la evolución de los implicados en el recinto y las posibles trayectorias, Pedragosa se inclina por “(…) un primer disparo (el C) descendente al abdomen de Anguas, que le hace doblarse hacia delante, lo que facilitó que los otros dos disparos tuvieran trayectoria ascendente, incluso uno de ellos muy cerca a quemarropa.”**
Por su parte, los abogados de la familia concluyen hoy, a partir de los datos de la autopsia, que “(…) sólo una de las heridas que se reseñan presentaba tatuaje periférico (lo que indica que el disparo se realizó a corta distancia, mientras los restantes se realizaron desde una distancia superior) y que mientras dos de las trayectorias son ascendentes una es descendente —tal y como explica el Médico Forense Dr. Gabriel Sánchez Maldonado, en el acta del Consejo de Guerra—, lo que es absolutamente incompatible con un único tirador apuntando y disparando contra el Sr. Anguas desde un único lugar, a una única distancia y altura.” (texto del recurso, página 24)
Capítulo aparte merece la autopsia de Anguas —sin refrendo, como hemos visto, de casquillo alguno durante el juicio—, que podría confirmar o desmentir estas hipótesis. Y es que la autopsia constituirá un episodio más en la trampa que se urdió en torno a Salvador para condenarle, y poco puede ayudar a clarificar el desarrollo del tiroteo.
Un cadáver hurtado
Cuando Anguas, ya cadáver, ingresa en Urgencias del Hospital Clínico, es examinado por tres ATS y por los médicos Ramón Barjau, Pedro Munné y Joaquín Latorre. Pese a la petición de la defensa, ninguno de ellos fue llamado a declarar durante el proceso sobre lo que vieron en el cuerpo del policía. Seguramente por eso, por lo que vieron, el cuerpo fue hurtado a los procedimientos habituales. Hasta el punto de que no quedó depositado en el Instituto Forense, donde debía naturalmente practicarse la autopsia, sino desviado a la Comisaría de la Universidad de Barcelona. Y, en efecto, en una comisaría de policía, y además a manos de un médico adscrito al cuerpo y no de un forense, se practicaría una autopsia cuyo dictamen entraba en franca contradicción con lo que habían visto los facultativos y sanitarios del Clínico.
De hecho, todavía hoy la revisión del Caso Puig Antich tiene una de sus bazas en las declaraciones de Ramón Barjau, uno de los médicos que examinó el cuerpo de Anguas a su ingreso en el Hospital Clínico. De su examen, que fue superficial y sólo frontal, Barjau guarda la impresión de un cuerpo cosido a tiros. ¿Cuántos? No lo recuerda con precisión, pero sin duda había dos en el muslo. Sin embargo, la autopsia sólo recoge tres impactos en el cuerpo, y los tres en el tórax (recordemos que Puig Antich declaró que hizo “uno o dos disparos” y que Bocigas, que dirigía el grupo de policías, habla inicialmente de uno).
La conclusión de todo el proceso vendría el 8 de enero de 1974, cuando los jueces militares solventaron tanta confusión condenando a muerte a Puig Antich. Pero ¿mató él a Anguas? ¿O lo hizo, más probablemente, uno de los propios policías que participó en la acción? Eliminadas algunas pruebas y manipuladas las restantes, seguramente no sabremos nunca la respuesta. Por lo mismo, sí queda claro que fue la voluntad política del franquismo la que asesinó a Salvador Puig Antich aquel 2 de marzo de 1974 en el garrote de la cárcel Modelo de Barcelona.
*Sobre el tema de Puig Antich y el MIL, l@s lector@s de “Soli” pueden consultar en nuestra edición digital (www.soliobrera.org) el excelente trabajo de Carles Sanz, MIL: revolucionarios anticapitalistas (“Cuaderno de pensamiento”, nº 3).
**Extraído del informe Reconstrucción del tiroteo de pistolas que produjo la muerte del subinspector Francisco Anguas Barragán y heridas a Salvador Puig Antich, página 17, de REGES (Investigación y Reconstrucción de accidentes). José Luis Pedragosa Radua es autor del dictamen; Jordi Maurel Escarpanter de la simulación infográfica.
Article del 2006
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